el cielo opaco se ilumina
por los faros
antiniebla del recuerdo
recorriendo la columna vertebral de luces
de
algún monstruo autopista
los
ciento cincuenta kilómetros por hora de
unos brazos abiertos
chocan con otros brazos abiertos
que aguardan
inmóvilesformando un abrazo
(en
algún lugar, un escalofrío pasa su lengua
por el cuello de un alguien que
tropieza con el amor o con la muerte
y sale ileso)
que locura la ciudad,
dejémonos de
jodery usemos el cielo como alfiletero
a ver si sangra el creador
o sangramos nosotros.