el cielo opaco se ilumina
por los faros antiniebla del recuerdo
recorriendo la columna vertebral de luces
de algún monstruo autopista
los ciento cincuenta kilómetros por hora de
unos brazos abiertos
chocan con otros brazos abiertos
que aguardan inmóviles
formando un abrazo
(en algún lugar, un escalofrío pasa su lengua
por el cuello de un alguien que
tropieza con el amor o con la muerte
y sale ileso)
que locura la ciudad, dejémonos de joder
y usemos el cielo como alfiletero
a ver si sangra el creador
o sangramos nosotros.
Justo en el clavo
Hace 5 años
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